Alguna vez Argentina se posicionó como principal exportador de limón fresco, sin embargo las desventuras de sucesivos gobiernos la empujaron al quinto lugar.
La mayor parte de la producción se concentra en el NOA, que representa el 21,5% de la producción mundial (según datos de 2023). En este marco, Jujuy tiene en Ledesma a su mejor y principal exponente.
En 2024 se produjeron 2 millones de toneladas: 1,45 millones para la industria (75%), 220.000 toneladas para la exportación de fruta fresca y 317.000 toneladas para el mercado interno.
Tras décadas de crecimiento exportador, el país abrió una etapa de importación de limón. En octubre se abrieron importaciones por 709 toneladas, en noviembre llegaron a 3.024 toneladas, y en la primera quincena de diciembre ya se compraron 3.651 toneladas, sumando un total de 7.500 toneladas principalmente de Chile, España y Egipto, de acuerdo a datos difundidos por el Servicio Nacional de Salud Animal (SENASA).
Por otra parte, el precio del limón se disparó un 70% en ese mes, acumulando un 146% de aumento bimestral, debido a la sobrevaluación del peso, que encareció el producto nacional mientras abarataba el importado.
El valor internacional del limón como fruta fresca, experimentó tropiezos significativos desde hace más de una década, debido al aumento de la oferta de los productores tradicionales y la entrada de nuevos países al mercado.
Frente a esta situación, las empresas limoneras argentinas resolvieron diversificar su producción hacia derivados industriales, tales como aceites esenciales, jugos y cáscara deshidratada, lo que dio paso a mayores ingresos en comparación con la venta de limón fresco.
Las fábricas exportadoras concentraron la mayoría de la producción, pero la sobreproducción de derivados provocó una caída en el precio internacional de estos productos. Es así que el precio del aceite de limón pasó de 20 a 8 dólares por kilo, mientras que el jugo de limón pasó de 2.760 a menos de 800 dólares por tonelada.
Lamentablemente para el rubro, las medidas adoptadas hasta ahora no fueron suficientes para compensar la caída de ingresos. En consecuencia, las citrícolas se sumaron al grupo de industrias que demandan la reducción de costos laborales y salariales, mientras que refuerzan la presión sobre las condiciones laborales de los trabajadores.