La pobreza alcanzó al 55% de los argentinos en el primer trimestre de 2024, lo que representa el más alto nivel de este indicador desde 2002. El pico de deterioro de la situación social, se registró en febrero.
Los datos consignados corresponden a un informe del Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), que además advierte que la recesión en proceso puede producir un shock de desempleo, debido al cierre de pequeñas y medianas empresas, lo que agravarían tanto la pobreza como la indigencia.
A partir del shock de precios, producto de la devaluación y de la consecuente caída de los ingresos reales en diciembre y enero, se abrieron las puertas a un fuerte aumento de la pobreza, la cual habría llegado a un pico de 58% en febrero, explicó el director del ODSA-UCA, Agustín Salvia, y amplió sus conceptos señalando que a partir de dicho mes “deviene una caída de la inflación y empieza a haber mejoras en las remuneraciones, incluso actualizaciones en los haberes jubilatorios y en los programas sociales”.
Esto hizo que la pobreza se estabilice en torno al 54% y 55% en el primer trimestre. En abril y mayo cayó levemente, pero de manera muy heterogénea.
Estimó oportuno resaltar, que “el mayor problema ahora tiene que ver con la indigencia”, porque la duplicación de la Asignación Universal por Hijo (AUH), la Tarjeta Alimentar y el plan de los 1.000 días es una compensación al aumento de la inflación y en un contexto de caída del nivel de actividad y de mucha recesión los sectores informales, los cuentapropistas, autónomos y pequeñas empresas familiares o microemprendedores locales ven reducido su nivel de trabajo y la cantidad de horas trabajadas, lo cual baja su remuneración.
La indigencia habría llegado al 18% de la población en los primeros tres meses del año.
Consideró que dichos niveles “probablemente hayan sido quizás los más graves”, sin descartar que “hacia adelante, una eventual mayor caída de la inflación haría que devenga un proceso de mejora junto a una recuperación de la actividad”.
“Es más fácil que bajen los niveles de pobreza que los de indigencia en ese contexto, aunque llegar a los niveles que teníamos antes de la devaluación es todavía una meta bastante distante”, explicó.