En la Argentina de Milei, la gente, sencillamente, la está pasando muy mal.
La realidad es cruda, hay un profundo sufrimiento por necesidades insatisfechas y una angustia generalizada por no poder cumplir los compromisos asumidos.
Como se informara oportunamente, la morosidad en los préstamos a personas físicas está en franco ascenso, reflejando la creciente dificultad de las familias para cumplir con sus compromisos financieros.
En un país donde el endeudamiento se convirtió en una sombra que persigue a la mayoría de los hogares, los argentinos despliegan un dramático ingenio para sobrevivir y mantener a flote sus economías. La caída de salarios, el aumento de precios y la persistente inflación han llevado a que el acceso al crédito, que antes se destinaba a la adquisición de bienes duraderos, hoy sea una herramienta de subsistencia básica, incluso para comprar alimentos o pagar servicios esenciales.
Más allá de los números fríos, la realidad de la gente se traduce en estrategias de supervivencia cada vez más extremas:
Recurrir a la informalidad: ante la falta de oportunidades en el empleo formal, muchas personas se vuelcan al monotributo o a trabajos “en negro” para generar ingresos rápidos y paliar sus deudas.
Crédito para el consumo diario: lejos de la imagen de un crédito para grandes inversiones, hoy los préstamos se usan para el día a día, como ser cargar la SUBE, comprar útiles escolares, pagar la luz o la garrafa de gas, e incluso para saldar deudas anteriores.
Billeteras virtuales y créditos exprés: la facilidad de acceso a préstamos a través de billeteras virtuales, con solo dos clics, se volvió una opción para muchos jóvenes de 20 a 30 años, aunque con costos financieros a menudo elevados.
Dejar de pagar servicios y pedir “fiado”: en una muestra de la desesperación, un 10,5% de las deudas corresponde a servicios privados impagos, mientras que el “fiado” en comercios y despensas, o préstamos de familiares y amigos, es un salvavidas para un 8,5% de las familias.
Comprometer hasta el 50% del ingreso familiar: un porcentaje alarmante de familias, el 28%, tiene entre el 40% y el 50% de su ingreso total comprometido al pago de deudas, generando una “bola de nieve” de la que es difícil escapar.
Venta de activos y quema de ahorros: en los momentos de mayor ahogo, muchos hogares se ven obligados a vender pertenencias o utilizar los pocos ahorros que pudieran tener para intentar saldar sus compromisos.
Es oportuno recordar, que la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA) informó que en febrero la mora en las financiaciones a hogares escaló 0,02 puntos porcentuales, alcanzando el 2,9%, lo que representa un preocupante aumento interanual del 0,3%.
El rubro más afectado por esta tendencia al alza es, sin duda, el de las tarjetas de crédito.
Confirmando esta alarmante tendencia, el Informe de Bancos que elabora el Banco Central de la República Argentina (BCRA) reveló que en marzo la morosidad en tarjetas de crédito se disparó un 2,8%, tocando su nivel más alto en tres años.
La situación no es mejor para los préstamos personales, cuya morosidad superó el 4%, marcando un récord en los últimos nueve meses.
La acumulación de pasivos es especialmente visible en hogares de ingresos medios y bajos, los que enfrentan mayores restricciones y se ven acorralados por tasas de interés elevadas.
Un dato contundente del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE) subraya la magnitud de la crisis: el 58% de las deudas con tarjeta de crédito se explica por la compra de alimentos.
Este dato no solo resalta la centralidad de las necesidades básicas en el uso del crédito, sino que también expone la desesperación de las familias argentinas por agotar las pocas posibilidades disponibles para llegar a fin de mes.