La industria turística argentina se prepara para una temporada invernal desafiante, con la mirada puesta en la demanda interna y estrategias de supervivencia que incluyen descuentos, promociones, cuotas sin interés y el congelamiento de tarifas del año pasado. Este panorama sombrío se da en un contexto de quebranto para el sector, marcado por un crecimiento exponencial del turismo emisivo y una caída significativa del receptivo.
Los datos del primer cuatrimestre del año reflejan una preocupante tendencia: el turismo emisivo creció un 67,6% interanual, con un total de 8.402.300 residentes saliendo del país. De ellos, 5.957.800 fueron turistas y 2.444.500 excursionistas.
A su vez, el turismo receptivo experimentó una caída del 25,4% interanual, recibiendo solo 3.287.100 visitantes no residentes (2.065.300 turistas y 1.221.900 excursionistas).
Esto arroja un déficit de 5,1 millones de personas entre ingresos y egresos de visitantes.
Desde la Cámara Argentina de Turismo (CAT), explican que el fuerte aumento del turismo emisivo no se debe exclusivamente al tipo de cambio, sino que es un reflejo de la situación económica general. La posibilidad de vacacionar en el exterior y adquirir bienes como ropa o electrónica a mitad de precio convierte al viaje en una oportunidad de ahorro.
Frente a este escenario incierto, las expectativas para la temporada invernal, que comienza en julio, apuntan a que los destinos de nieve serán los más beneficiados. Localidades como Mendoza, Bariloche, San Martín de los Andes y Ushuaia se perfilan como los polos de atracción, mientras que el resto de los destinos turísticos argentinos se encuentran cubiertos por un gran manto de incógnita.
La supervivencia del sector dependerá, en gran medida, de la capacidad de estas estrategias internas para mitigar el impacto de un turismo emisivo en auge.