Las negociaciones para un tratado internacional que limite la contaminación por plásticos siguen estancadas pese a los esfuerzos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Con una nueva ronda prevista para agosto en Ginebra, los desacuerdos persisten entre el bloque mayoritario que reclama limitar la producción y los petroestados, aliados con la industria, que proponen centrarse en el reciclaje y la gestión de residuos.
A pesar de los datos alarmantes —en 2023 se produjeron más de 413 millones de toneladas de plásticos, con apenas un 8,7% reciclado—, los países productores de petróleo y grandes conglomerados petroquímicos rechazan las restricciones a la producción. Este grupo, liderado por Arabia Saudita, obstaculiza el avance del tratado y promueve un “enfoque aguas abajo”, enfocado en el manejo del residuo en lugar de atacar el origen del problema.
Expertos como David Azoulay, del Centro de Derecho Ambiental Internacional, advirtieron sobre el carácter insostenible del modelo actual. Según sus declaraciones, las soluciones tecnológicas ofrecidas por la industria equivalen a un “pensamiento mágico”, ya que el reciclaje no ha superado el 9% histórico del plástico producido. Azoulay y otros científicos reclaman medidas estructurales que reduzcan drásticamente la producción.
Además del bloqueo político, la comunidad científica enfrenta obstáculos concretos en la mesa de negociación. Diversos investigadores y activistas denunciaron presiones, acoso e intimidación durante las reuniones internacionales. Bethanie Carney Almroth, ecotoxicóloga sueca, relató haber sido objeto de hostigamientos reiterados por defender límites estrictos. La presencia de 220 lobbistas corporativos en la última cumbre en Busan superó incluso la representación del país anfitrión, lo que refuerza la denuncia sobre el desequilibrio de poder en el proceso.
La evidencia científica advierte que si no se aplican límites obligatorios, la producción mundial podría alcanzar las 712 millones de toneladas anuales para 2040. La mayoría de estos materiales acabarían en océanos y vertederos, agravando la ya crítica situación de los ecosistemas marinos. En 2023, más de 11 millones de toneladas llegaron a cuerpos de agua, y la proyección para 2040 triplica esa cifra.
Mientras los países en desarrollo exigen un trato diferenciado y financiamiento para cumplir con futuras regulaciones, el borrador del tratado sigue plagado de desacuerdos. La ministra de Medio Ambiente de Francia, Agnès Pannier-Runacher, describió el momento como decisivo: “Montañas de plástico están asfixiando nuestro ecosistema… No nos rendiremos”.