La última encuesta mensual realizada por almaceneros y comercios minoristas de todo el país, arroja datos alarmantes sobre la situación económica de los hogares argentinos.
El informe revela que el 57,9% de las familias no logra acceder satisfactoriamente a la canasta básica alimentaria, un indicador crítico de la profunda crisis que atraviesa el consumo.
En este sombrío panorama, la mitad de los hogares se vio obligada a suspender al menos una comida diaria, una cifra que subraya la precariedad alimentaria.
La situación se agrava al conocer que el 90% de los clientes necesita financiar sus alimentos. Las tarjetas de crédito son la opción más utilizada, representando el 44,2% de los casos, mientras que el 36% de los consumidores opta por la compra “fiado”. Un 7,5% incluso recurre a dinero prestado para cubrir sus necesidades básicas.
Estas preocupantes tendencias no solo afectan a los consumidores, sino también a los comerciantes. El 70% de los almaceneros y minoristas no alcanzó sus expectativas de venta durante el último mes, lo que evidencia la contracción generalizada del consumo.
Los datos recabados por los comerciantes minoristas se asemejan a los resultados de una encuesta reciente del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE).
Este estudio, que consultó a 2.500 jefas y jefes de hogar, reveló que el 30% de las familias manifestó que alguno de sus integrantes “sintió hambre y no pudo satisfacerlo”.
Además, un 49,5% de los hogares encuestados por el IETSE también suspendió al menos una comida diaria, coincidiendo notablemente con la cifra de los comerciantes.
Un dato aún más desalentador es que casi el 20% de los hogares se quedó sin alimento en algún momento, exponiendo la vulnerabilidad extrema de un sector significativo de la población.
La encuesta también destaca que muchas familias están reemplazando la cena por una merienda tardía, una práctica que, aunque busca paliar la situación, resulta claramente insuficiente para garantizar una dieta balanceada y nutritiva.
Ambas encuestas pintan un cuadro desolador de la realidad económica y social en Argentina, donde el acceso a la alimentación básica se convirtió en un lujo para un número creciente de familias.



































