En marzo, el consumo masivo reafirmó su tendencia a la baja. La actividad en supermercados y autoservicios se precipitó 5,4% interanual. El acumulado en el primer trimestre de 2025, tocó el 8,6% de contracción.
Cabe destacar, que la precipitación del consumo, se notó especialmente en los productos considerados esenciales, según refleja un relevamiento de la consultora Scentia.
La sostenida caída del consumo masivo es un fenómeno que trasciende las estadísticas económicas para impactar directamente en la vida cotidiana de la gente y en la dinámica productiva y laboral.
Los efectos en la masa de consumidores son cada vez más visibles. La pérdida de poder adquisitivo, erosionado por la inflación persistente y sueldos bajos en extremo, obliga a las familias a priorizar gastos esenciales y reducir drásticamente la compra de bienes no básicos.
Esta situación se traduce en cambios de hábitos, como la búsqueda de segundas marcas, el aumento de las compras en comercios mayoristas o de cercanía en detrimento de los supermercados, y una mayor cautela a la hora de consumir.
A su vez, la incertidumbre económica genera preocupación y afecta el bienestar general de la población, limitando su capacidad de ahorro y su acceso a bienes y servicios que antes eran considerados habituales.
Por otra parte, la disminución del consumo masivo representa un desafío terminal para las empresas locales.
La menor demanda obliga a ajustar los niveles de producción, lo que en muchos casos se traduce en una menor utilización de la capacidad instalada y, potencialmente, en la implementación de medidas como la reducción de horas extras o la no renovación de contratos.