Instituto de Investigaciones “Gino Germani”, unidad académica que contribuye activamente a la producción de conocimiento científico del más alto nivel en el campo de las Ciencias Sociales, advirtió una “brecha grande” entre las mediciones que divulga el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y la realidad que se observa día a día en la calle y golpea el ánimo de los argentinos.
Oficialmente, la Encuesta Permanente de Hogares en 31 aglomerados urbanos revela que la pobreza alcanzó el 38,1% de las personas y el 28,6% de los hogares, cuando en la primera mitad del 2024 el índice de pobreza fue del 52,9%. Para el instituto, este descenso “esconde fuertes desigualdades” y una “recuperación heterogénea”.
Tras indicar que los sectores informales y los jubilados “quedan atrapados en la pobreza”, los que logran salir lo hacen “trabajando más horas” y esto se refleja en el aumento del pluriempleo que tiene un 12% de trabajadores sobreocupados.
Además, puntualiza que el cálculo de la pobreza se hace a partir de la canasta básica, la que está “bastante desactualizada” y, para colmo, “no capta gastos fundamentales como los servicios (luz, gas, agua), el transporte o la educación”.
En otro orden, refiere que los trabajadores “no logran activar su salario” respecto a la inflación, siendo los sectores más afectados el público, comercio y los vinculados a la enseñanza, todo ello mientras el gobierno libertario pisa los sueldos por debajo del 1% de actualización mensual y, en consecuencia, por debajo de la suba de precios.
En medio de una creciente preocupación social, el gobierno de Javier Milei camufla la pobreza en Argentina.
Más allá de las frías estadísticas, esta situación es un llamado de atención sobre una realidad ineludible: la pobreza es mucho más que un estadio social, es sinónimo de sufrimiento y su variable principal es la insensibilidad de quienes gobiernan.
Mientras los indicadores económicos son objeto de debate, la vida cotidiana de millones de argentinos se ve directamente afectada. La pobreza no es solo una cuestión de números, sino de rostros, de historias, de la lucha diaria por acceder a lo más básico: alimento, vivienda y oportunidades.