El fuerte incremento de las tasas de interés encendió las alarmas en los mercados. La estrategia del equipo económico para frenar la presión dolarizadora y contener al tipo de cambio a través de tasas elevadas logró estabilizar la cotización, pero generó efectos colaterales que ya afectan al consumo, el crédito y la actividad económica.
Los bancos aumentaron la tasa de plazo fijo hasta un 55%, y los bonos del Tesoro se colocan con rendimientos que superan el 60%. Esta política encarece el financiamiento de las empresas, especialmente de las pymes, que enfrentan dificultades para descontar cheques y sostener líneas de crédito. Las tasas también impactan en el consumo, al restringir la liquidez para familias y negocios.
La eliminación de las LEFI dejó al mercado sin una referencia clara del costo del dinero, lo que aumentó la incertidumbre. Aunque el Gobierno apuesta a que una victoria en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre calme los ánimos, los analistas advierten que la volatilidad podría extenderse hasta fin de año si persiste el clima político inestable.
Mientras tanto, el Tesoro paga intereses cada vez más altos por su deuda en pesos. Si esta tendencia continúa, la carga financiera del Estado podría volverse insostenible en los próximos meses, comprometiendo incluso los objetivos de equilibrio fiscal.