Los productores de tomate se encuentran en una situación desesperada. Ante una sobreoferta que desplomó los precios, se ven obligados a descartar cosechas enteras en lugar de venderlas a un valor que no cubre los costos de producción.
Esta decisión, si bien es un reflejo de la falta de rentabilidad actual, podría tener graves consecuencias a mediano plazo para el mercado y los consumidores.
Actualmente, los productores necesitan percibir al menos $15.000 por cajón para salvar su campaña, una cifra cinco veces superior a lo que reciben hoy en día.
Esta dramática diferencia, ha generado una profunda desmotivación en el sector y muchos ya consideran seriamente la posibilidad de abandonar la actividad.
La situación del tomate es un claro ejemplo de las disfuncionalidades en el mercado hortícola. La volatilidad de los precios no se explica únicamente por la oferta y la demanda, ya que los costos de producción tienen una incidencia mínima en el precio final. En esta cadena, el productor se encuentra en el eslabón más vulnerable, soportando la mayor parte de las pérdidas.
Lo que hoy se desecha en los campos, podría mañana escasear en las góndolas y disparar los precios para el consumidor final.
Asimismo, un abandono masivo de la actividad por parte de los productores generaría una nueva escasez y una suba abrupta de los precios, revirtiendo el ciclo de sobreoferta y desatando una nueva crisis en el mercado.



































